martes, 30 de septiembre de 2014

LAS ANTENAS DE TELEFONIA MOVIL SÍ SON PELIGROSAS



Que las radiaciones electromagnéticas pueden afectar gravemente a la salud de todos los seres vivos no es discutible por mucho que algunos se empeñen en negarlo. La evidencia la dan los hechos: son decenas de miles las personas que han enfermado –y muchas, muerto– a consecuencia de ellas. Y cuando alguien afirma que no está demostrada “científicamente” la causa de todas esas enfermedades y muertes demuestra que ES UN IGNORANTE O UN MANIPULADOR. Existen estudios científicos suficientes para afirmarlo. Aunque las empresas implicadas tengan tanto poder como para silenciarlos financiando otros estudios con la intención de sembrar la duda. Ya lo hicieron en su momento las compañías tabaqueras que se pasaron décadas afirmando también que no estaba “científicamente” demostrada ´por ejemplo  la relación del tabaco con el cáncer.
 

A muchos lectores les sorprenderá, teniendo en cuenta las declaraciones oficiales asegurando que no hay “evidencias científicas” de que la telefonía móvil sea peligrosa, que sea tan rotundo afirmando que sí existen. Pero lo mantengo. Como mantengo que quienes lo niegan tienen la misma información que yo.
En los recuadros que acompañan este artículo el lector podrá ilustrarse con datos que le servirán para reflexionar. Por mi parte, tengo intención de dar a conocer los trabajos que evidencian los peligros de la radiación electromagnética. Y no sólo de la telefonía móvil. Pero empezaré a hacerlo el próximo mes. En este instante prefiero que el lector tenga conocimiento de que mis afirmaciones no son producto de una creencia personal con escaso fundamento. Y afirman lo mismo ilustres científicos a los que, o no se escucha, o se les ignora. Veámoslo.
La Dirección General de Investigación del Parlamento Europeo recibió en su departamento de Evaluación de Opciones Científicas y Tecnológicas un informe (su resumen fue publicado en marzo del pasado año) titulado “Los efectos fisiológicos y medioambientales de la radiación electromagnética no ionizante” que fueelaborado conjuntamente por el Instituto Internacional de Biofísica de Neuss-Holzheim (Alemania) bajo la dirección del prestigioso doctor G. Hyland y el Departamento de Física de la Universidad de Warwick (Gran Bretaña). Pues bien, en él, además de todo tipo de consideraciones científicas sobre los peligros de la telefonía móvil, se hacen –a modo de conclusiones– varias recomendaciones muy concretas en la confianza de que tanto el Parlamento Europeo –en su calidad de órgano legislativo– como la Comisión Europea –en tanto órgano ejecutivo– las tuviesen en cuenta. ¿Y cuáles son? Pues veámoslas. 

RECOMENDACIONES AL PARLAMENTO EUROPEO 

El primer punto del informe en este sentido no deja lugar a dudas. Porque en él se dice textualmente lo siguiente: “Se desaconseja enérgicamente que los niños (sobre todo, los adolescentes) utilicen de forma prolongada y sin necesidad teléfonos móviles por su creciente vulnerabilidad a posibles efectos perjudiciales para la salud.” Rotundo, ¿no? Pues inmediatamente a continuación echa un rapapolvo a las compañías implicadas: “La industria de la telefonía móvil debería evitar fomentar el uso prolongado de teléfonos móviles por parte de los niños utilizando tácticas publicitarias que explotan la presión de los compañeros y otras estrategias a las que los jóvenes son susceptibles, como la utilización (ahora interrumpida) de personajes DISNEY en los teléfonos.”
La verdad es que hay ocasiones en que sobran los comentarios. Así que me voy a permitir transcribir –literalmente– las demás recomendaciones:

•  “La industria de la telefonía móvil debería aclarar a los consumidores que el coeficiente de absorción específica (CAE) –que en algunos países aparecerá en breve anunciado en el aparato– sólo hace referencia al grado en que las emisiones de microondas desde la antena pueden calentar el tejido biológico y que, de ningún modo, es aplicable a los efectos no térmicos que las emisiones de un teléfono móvil tienen sobre el usuario.”

• “La eficacia de aparatos tales como carcasas protectoras y auriculares ha de demostrarse teniendo en cuenta pruebas biológicas y no sólo la reducción del valor CAE (determinado por la utilización de cabezas “imaginarias”) que podría conseguirse con el uso de tales protectores. Debe explicarse al consumidor que tales aparatos no proporcionan protección contra el campo magnético de impulso de baja frecuencia procedente de la batería del teléfono.”

•  “En cuanto a los mecanismos de protección personal con los que se pretende mejorar la inmunidad del usuario contra las repercusiones negativas de la exposición (entre ellas las que proceden del campo magnético de la batería) puede decirse que:

a) La eficacia de estos mecanismos debe establecerse mediante pruebas biológicas.

b) Tales mecanismos no deben ser rechazados (como ha sucedido en ciertas encuestas de consumo publicadas) alegando únicamente que su uso no reduce el CAE, según la medición obtenida utilizando una cabeza “imaginaria” puesto que no es esto para lo que se les ha diseñado.

Por consiguiente, el CAE es aquí una medida fundamentalmente inapropiada para evaluar su eficacia.
Aunque el texto es claro voy a comentarlo para los no expertos. El informe explica que decirle a los consumidores cuál es el grado de absorción por los tejidos del cuerpo de las radiaciones –eso es el CAE– no basta para determinar el grado de peligrosidad del aparato. Porque eso sólo indica el grado de calentamiento, la elevación de temperatura que las microondas provocan en él, sobre todo en la cabeza. Y no basta porque las microondas tienen otros efectos negativos no térmicos; es decir, que además del peligroso aumento de temperatura en los tejidos hay otros efectos igualmente peligrosos (en realidad más, como explicaré en su momento). Eso es precisamente lo que llevó a los autores del informe a sugerir varias opciones de actuación a la Comisión Europea. Y lo hace descalificando cómo se han hecho las investigaciones efectuadas hasta ahora. Así, en su primera recomendación aconsejan que las próximas investigaciones que patrocine la Unión Europea se hagan sobre “organismos vivos” y no con cabezas artificiales rellenas de una simple solución salina (cabezas fantasma las llaman) donde la realidad bioquímica del cerebro no existe y con “teléfonos móviles” reales y no con “sustitutos” –generalmente campos generados artificialmente– “puesto que las emisiones tienen una repercusión biológica bastante diferente a consecuencia de ciertas diferencias en la frecuencia de los impulsos.“ Asimismo, se sugiere que se “preste una especial atención a las diferencias en las condiciones de exposición: si la exposición es resonante con respecto al tamaño, si se encuentra cerca o lejos de] campo de la antena, y si afecta a todo el cuerpo o es más localizada.”
Dicho de otro modo: es difícil encontrar evidencias científicas de algo cuando no se quieren encontrar. Y la mayor parte de los experimentos no se han hecho adecuadamente, es decir, con seres vivos y teléfonos reales. Eso sí, sirven para ganar tiempo y confundir a la opinión pública. Con la complicidad de algunos medios de comunicación que no quieren perder los sustanciosos ingresos que la publicidad de este sector les proporciona. Luego siempre podrán escudarse en que ellos se atuvieron a reflejar lo que decían los informes “científicos”. Y no tanto para tranquilizar sus conciencias sino para justificarse ante sus lectores, oyentes o telespectadores. Salvo que en realidad sean, sin más, unos incompetentes profesionalmente.
Asimismo, se aconsejan otras cosas:


• Que “se investigue de forma sistemática la influencia de los diferentes tipos de impulsos (de teléfonos reales) sobre el EEG (electroencefalograma humano) y, en el mejor de los casos, sobre el MEG (magnetoencefalograma) y sobre si alguno de los cambios observados en los espectros de potencia tienen correlación con los cambios en el nivel de caos determinista.”

• Que sen utilicen “tecnologías nuevas no invasivas como la emisión de biofotones para investigar la influencia de la radiación de los teléfonos móviles en los organismos vivos.”

• Que a la hora de evaluar los efectos de la radiación de los teléfonos móviles “se preste mayor atención a las lecciones aprendidas de la exposición a otros tipos de campos de radiofrecuencia afines como los Skrunda, los radares de policía y los militares.”

• Que conociendo el negativo efecto que las microondas han tenido sobre el ganado vacuno que se encontraba en granjas en las que había una estación base de telefonía “debería establecerse un servicio de control veterinario que recogiera y analizara tales informaciones para difundirlas entre los ganaderos y fueran conscientes de este peligro potencial para su ganado.”

• Y, por último, que “debería incrementarse (quizás bajo la tutela de organismos reguladores nacionales) el conocimiento de la naturaleza electromagnética de los organismos vivos y su consiguiente hipersensibilidad a las señales electromagnéticas ultradébiles y coherentes.”

Y es que, como dice el informe, “lo que distingue a los campos electromagnéticos producidos tecnológicamente de la mayoría de los naturales es su mayor grado de coherencia. Eso significa que sus frecuencias están especialmente bien definidas y, por tanto, son más fácilmente perceptibles por los organismos vivos, entre ellos, los humanos. Lo cual incrementa su potencial biológico y “abre la puerta” a la posibilidad de distintos tipos de influencias no térmicas de frecuencia específica contra las cuales las directrices de seguridad –como las emitidas por la Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante– no garantizan protección.“
Este último punto, debo añadir por mi parte, es crucial. Porque, contra lo que se dice y afirma, el mayor peligro de la telefonía móvil no está en su efecto térmico –que también– sino en las bajas frecuencias, en aquellas que se creen inofensivas porque no provocan aumento de calor. Y la razón es simple: actúan interfiriendo la comunicación celular de los seres vivos. Y, por tanto, provocar –entre otras muchas disfunciones– cáncer. Lo explicaré en detalle el mes que viene.
No quiero, en todo caso, terminar este primer texto introductorio sin recoger algunas otras expresiones significativas del informe que estoy comentando. Creo que su simple trascripción ilustrará al lector:

• En la actualidad, una de las principales amenazas para la salud de la sociedad es la ”electrocontaminación” producida por el hombre. Esta contaminación electromagnética no ionizante de origen tecnológico es especialmente perniciosa porque escapa a la percepción de los sentidos, circunstancia que tiende a fomentar una actitud bastante inconsciente en relación con la protección personal. Con todo, la naturaleza de la contaminación es tal que, literalmente, “no hay lugar donde esconderse”. Además, dado el tiempo relativamente escaso durante el cual la humanidad se ha visto expuesta a ella no tenemos ninguna inmunidad evolutiva ni contra los efectos nocivos que directamente pudiera tener sobre nuestros cuerpos, ni contra las posibles interferencias con los procesos electromagnéticos naturales de los que depende la homeostasis.

• Los intentos por abordar un problema que es intrínsecamente no lineal desde una perspectiva lineal solo empeora las cosas: el conocimiento obsoleto es peor que la ignorancia. El ignorante, por lo menos, sabe que no sabe. En el caso de la telefonía móvil, no sólo ha habido poca disposición por parte de los organismos oficiales para “coger la cuestión no lineal por los cuernos” sino un lamentable fracaso a la hora de prestar atención a las señales de perjuicio para humanos y animales causado por la exposición a campos de impulsos de microondas de intensidad subtérmica.

• Con bastante razón, la gente sigue siendo escéptica ante los intentos de dar noticias tranquilizadoras por parte del gobierno y de la industria del sector, sobre todo, teniendo en cuenta la forma inmoral en que con frecuencia actúan simbióticamente a fin de promover intereses creados, a menudo bajo el corretaje de los organismos reguladores cuya función, según cabe suponer, es asegurar que la seguridad de la gente no se vea comprometida por la exposición electromagnética. Claro que teniendo en cuenta la reciente experiencia con la duplicidad oficial respecto a la Encefalopatía Espongiforme Bovina o Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (con las garantías iniciales de inexistencia de riesgo y las posteriores revelaciones de encubrimientos) es comprensible que la gente sea cauta sobre las garantías que ofrecen las fuentes científicas estatales “oficiales” respecto a la contaminación electromagnética. Este escepticismo se intensifica cuando, en el peor de los casos, se silencian las opiniones contrarias al juicio oficial y, en la mejor de las ocasiones, se ignoran cuidadosa y deliberadamente.

• La preocupación de la gente no es infundada y la ironía de la situación actual respecto a los teléfonos móviles y las estaciones base es que las directrices de seguridad existentes, sorprendentemente, proporcionan mayor protección a la instrumentación electrónica que a los seres humanos

¿Empieza a creerme el lector? Lo que le hecho llegar no es la elucubración de un grupo de alterados sino un informe científico editado –infiero que bien a su pesar– por el servicio de publicaciones del propio Parlamento Europeo y elaborado por científicos de renombre mundial. Y ahora continúe, si le place, escuchando los tranquilizadores mensajes de nuestras autoridades. Por mi parte, lo reitero una vez más: no nos van a callar. Ni en éste ni en otros muchos temas.

 

Autor: José Antonio Campoy

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