Cronos era el menor de sus hermanos. Hijo de Urano y Gea perteneció a la generación de divinidades que siguió la de los Olímpicos. Al ser el menor de los titanes, Cronos permaneció gran parte de su infancia y adolescencia a la sombra de las hazañas de los mayores e intentando ganar la atención de su madre. Ansiaba el protagonismo de ellos y el poder de su padre Urano. Tal fue así que cortó los testículos de su padre marcando la separación del Cielo y de la Tierra. Para no tener rivales, en su nuevo futuro, encerró en los Infiernos a sus hermanos, los cíclopes. Se unió a su hermana la titánide Rea y engendró un gran número de hijos: Hestia, Démeter, Hera, Hades y Poseidón.
Pero como tal y como su padre Urano le había espetado en una maldición antes de morir, uno de sus hijos le quitaría todo su poder y le destronaría. Para que eso no pasara, a Cronos no se le ocurrió otra idea que inmediatamente que cada uno de sus hijos naciera procedería a devorarlos él mismo vivo. Y así fue, uno tras uno como Cronos fue comiéndose todos y cada uno de los recién nacidos. Todos, menos su último hijo Zeus, que gracias a que su madre lo escondió pudo escapar. Cuando Zeus creció, logró revelarse a su padre y destronarle, llegando a ser el nuevo Dios Supremo del Olimpo.
Según dicen algunos, los dioses de las distintas mitologías son la representación de los defectos y virtudes humanos, y es innegable que el ser humano dentro de su complejidad ha ofrecido bastantes muestras de lo que es capaz de hacer con tal de obtener el tan ansiado poder.
Esta historia mitológica llevada al ámbito organizacional según los expertos en RR.HH se denomina el síndrome de Cronos o lo que es lo mismo, el miedo patológico a ser desplazados; surgido por la necesidad de mantenerse seguro en su micro entorno y no ser alcanzado por alguien que pueda atentar contra él en su la manera que se tiene subjetivamente de percibir su entorno laboral.
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