domingo, 28 de agosto de 2011

Las vírgenes juradas adoptan la figura del hombre y renuncian a ser mujeres de por vida.


En las regiones del norte pervive el Kanun, un código medieval y un rito arcaico: en una familia sin hombres las féminas asumen su papel. Las vírgenes juradas adoptan la figura del hombre y renuncian a ser mujeres de por vida.
El mundo está lleno de historias de supervivencia sorprendentes. El ser humano posee la capacidad innata de reformularse una y otra vez con tal de sobrevivir. Una de estas magnificas historias queda escrita con las vírgenes juradas.

Una sociedad masculina
No se conocía la existencia de Albania hasta que Lord Byron la descubrió y fue Edith Durtham quien la situó en el mapa. A partir de ahí se conoció la tradición Kanun y en 1909 el mundo vio la primera foto de una mujer-hombre.

El Kanun es una práctica ancestral cuyo pilar principal es la venganza de sangre. El comunismo prohibió la practica de este reglamento albanés, pero en los valles de Kruma, Tropoje y Bajram Curri siguió practicándose. Es más, se cree que hoy existen aún medio centenar de vírgenes juradas.

Albania marcaba sus propias normas, para ello transformaba socialmente a una mujer en un hombre, con el fin de que una familia sin varones disfrutase de privilegios como heredar, tener armas, combatir, trabajar, fumar, consumir alcohol y sobre todo tener el respeto de hombres y mujeres. Todos estos privilegios solo contaban con una pega. La mujer que adoptase el rol de hombre no podría nunca tener relaciones sexuales y mucho menos contraer matrimonio.

En las montañas de Albania viven todavía las últimas mujeres convertidas socialmente en hombres según un código ancestral que en una sociedad patriarcal les permitía asumir todas las atribuciones de un verdadero varón.


El tercer género

Las vírgenes guerreras daban honor a sus familias Desvirtuadas de su naturaleza y sus sentimientos reales, las vírgenes guerreras dotaban de honor a sus familias. Ante una necesidad social que comenzaba en pleno siglo XVIII y que se extiende hasta nuestro días en los que aún quedan medio centenar de vírgenes juradas. Un factor importante a destacar es el hecho de que algunas familias intentaban transformar en mujer a su virgen jurada, las invitaban a ponerse vestidos, pero ninguna de estas mujeres rompió su juramento.

Así nació un tercer género social, aunque no sexual, con el que las mujeres elegidas vengaban muertes, compraban, vendían, viajaban y podían recibir visitas. Sin embargo estos privilegios reservados para los hombres, en las mujeres tenían un precio, el castigo a la eterna soledad en la que apenas conocían el sonido de las voces femeninas.

Las últimas mujeres-hombre de Albania

En las montañas de Albania viven todavía las últimas mujeres convertidas socialmente en hombres, según un código ancestral que en una sociedad patriarcal les permitía asumir todas las atribuciones de un verdadero varón.





Una de ellas es Qamile Stema, que se convirtió en Qamil, su equivalente masculino, que sigue usando hoy. La hija pequeña entre ocho hermanas juró por voluntad propia hace casi ocho décadas que nunca se casaría, y que permanecería virgen hasta el fin de su vida.

"Hice este sacrificio por mi mamá que se quedó sola porque mi padre murió muy joven y ella tenía que criarnos a nosotras", confesó Qamile desde su humilde casa en la aldea de Barganesh, a unos 50 kilómetros de Tirana.

Qamile, que tiene ahora 88 años, ocupó el lugar de su padre, se cortó el pelo, se despojó del vestido y se vistió con la indumentaria 'brekushe' (pantalones negros anchos, chaleco, camisa y gorra blanca), típica de los hombres de la región de Kruja. Lo único que resulta extraño en el conjunto es la pistola que solía meterse en la cintura para protegerse de una posible agresión. Éstas eran algunas de las obligaciones impuestas por 12 hombres llamados garantes, cuya misión era vigilar el cumplimiento del juramento que las vírgenes habían hecho ante ellos, explicó el profesor de etnografía Mark Tirta.


Pashe Keqi, de 78 años decidió convertirse en el hombre de la casa a los 20 años cuando su padre fue asesinado. "Yo era libre como un hombre porque nadie sabía que era una mujer".



Las mujeres se convertían en hombres no sólo cuando faltaban varones en casa, sino también en caso de rechazo al novio que les había escogido el padre. Mediante esta conversión, las vírgenes gozaban de más libertades en una sociedad rural patriarcal que despreciaba el papel de la mujer, aunque no implicaba convertirse en homosexuales, dijo Tirta.

Este fenómeno social, del que aún existen unas veinte representantes en todo el país, tiene sus raíces en el código medieval de Lek Dukagjini, que rigió la vida social y económica de los montañeses albaneses católicos y musulmanes entre los siglos XV y XIX.

Qamile recuerda con nostalgia las largas charlas entre humo de tabaco en compañía de los hombres, cómo llevaba a pastar a las cabras, la temporada de producción de raki (aguardiente), los rezos con los hombres los viernes en la mezquita, momentos que nunca habría podido saborear siendo una simple mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario